Además de un nuevo corazón, Joseph necesitaba un hospital donde pudiera realizar un trasplante sin sangre. Fue derivado a Montefiore Einstein, el único hospital en 800 millas a la redonda capaz de salvarle la vida.
Joseph Downs de 38 años y padre de dos hijos, ha pasado buena parte de su vida jugando al fútbol. Sus mejores recuerdos giran en torno al fútbol, ya sea jugando en el recreo con sus compañeros de escuela o en ligas organizadas como joven adulto. Aunque su pasión por este deporte estaba fuera de toda duda, una enfermedad sin diagnosticar le impedía progresar.
Me cansaba antes que los demás muchachos. Y a medida que me hacía mayor el problema empeoraba; me costaba mantener el ritmo en los partidos. Al cumplir los 27 la cosa se puso realmente fea. Un día durante un partido empecé a sentirme fatal y me mareé. Me caí al suelo, no podía respirar. Aquel día pensé que me iba a morir. Y me dije, "Se acabó, no juego más". Le dije al entrenador, "No puedo jugar. No quiero que me dé un infarto o algo".
Con el paso de los años la salud de Joseph empeoró de manera exponencial. Los médicos de un hospital de Nueva Jersey le diagnosticaron miocardiopatía restrictiva, una enfermedad congénita, rara e intratable que impide que el corazón bombee correctamente.
El médico me dijo: "La condición que tú tienes no se puede tratar. No podemos operarte para corregirla. Lo único que puede corregirla es un trasplante de corazón. Necesitas un trasplante de corazón, pero ya". Y me preguntó: "¿Estás dispuesto a hacerte un trasplante de corazón?" Yo le dije: "Hombre, si es la única opción que tengo para seguir con vida, por supuesto. Pero no quiero que me hagan ninguna transfusión de sangre por mis creencias religiosas".
Los testigos de Jehová como Joseph pueden recibir trasplantes de corazón, pero las transfusiones de sangre necesarias para la operación no les están permitidas.
Un doctor de otro hospital me dijo, ‘Ay, eso va a ser complicado. En este hospital no se puede hacer. No tenemos un programa de cirugía sin sangre y es una operación de alto riesgo. Sólo sé de dos hospitales donde lo hacen’. Uno de ellos estaba en Chicago. El otro, en Houston.
Joseph empezó a perder la esperanza. Por fortuna, el Dr. Ulrich Jorde, de Montefiore Einstein, supo de la situación de Joseph y desarrolló un plan para salvarle la vida dentro del marco de su fe.
Los trasplantes de corazón sin transfusión de sangre son muy poco frecuentes. Por lo general, el paciente necesita algo de sangre. Los trasplantes de corazón sin sangre requieren un equipo numeroso y experimentado. Hay muy pocos centros en Estados Unidos y en el mundo que realicen este tipo de intervención. Y Montefiore [Einstein] es uno de ellos.
Y va y dice, “Sí, podemos hacerlo”. Yo me giré para mirar a mi esposa, me miró. Ya estaba llorando. Qué felicidad. Al fin iba a poder estar con mis hijos de nuevo y jugar al fútbol. Y, lógicamente, estaba muy agradecido a Dios por darme la oportunidad de recibir un corazón, claro. Porque lo cierto es que no todo el mundo consigue un corazón. Mucha gente no llega a ser operada. Es como una segunda oportunidad en la vida.
Tres años después de la cirugía, Joseph vuelve a practicar el deporte de su vida jugando los 90 minutos de partido sin apenas sudar y disfrutando como nunca de sus incansables hijos.
Ahora que tengo un nuevo corazón, puedo jugar con ellos y aguantar su ritmo, estar a su nivel de energía. Sabes, ahora consigo agotarlos [RISAS]. Ser el padre que deseo ser es una auténtica bendición. No tengo palabras para expresar lo agradecido que me siento. Este hospital me tiene asombrado. Cada vez que conozco a alguien con problemas de corazón le digo, ‘Ve a Montefiore’. Si puedes ve allí. Te tratan con amor.
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