Pocas personas viven la vida tan intensamente como Teresa Neal, de 61 años. Ella aprovecha cada día al máximo: ya sean clases de tango y óperas italianas o descubrir con amigos los viñedos europeos. Pero todo eso se detuvo un día, bruscamente, cuando el frío invierno le dio una gélida sorpresa.
Estaba en el trabajo. Tenía una reunión a las 09:00. Salí de mi oficina y caminé como una cuadra. Podía ver a lo lejos a las personas con quienes debía reunirme. Y mientras las miraba… Lo siguiente que recuerdo es que estaba en el suelo. Me había resbalado con una bonita placa de hielo. Pude sentir que mi pierna no estaba bien. Cuando llegué a urgencias en la ciudad, me dijeron: “La radiografía no muestra que haya nada roto en la pierna. Así que vaya a casa y haga seguimiento con su médico de cabecera”. Me dieron unas muletas, mi hijo me recogió y me fui a casa. Pero durante un par de meses, nada mejoró.
Teresa se sentía abatida. El más mínimo movimiento de piernas resultaba en un dolor insoportable; esta abuela —antes activa— debía cambiar sus zapatos de baile por un andador de aluminio.
De hecho, mi hijo me dijo: ‘Mamá, puede que tengas que usar un andador el resto de tu vida’. Y yo dije: ‘Oh no, eso no puede ocurrir. No pasará. Tenemos que solucionarlo’. Por lo menos seis semanas más tarde, acudí finalmente a un ortopedista de Montefiore, y me dijo: ‘Hagamos una radiografía y veamos qué está pasando’. Fue entonces cuando me diagnosticaron fractura de cadera.
Me reuní con el doctor Pope, y la primera vez (su voz empieza a temblar) me emocioné un poco, la primera vez que entró, me dijo: “No te preocupes, podemos arreglarlo. Nos encargaremos”. Y me sentí muy tranquila y segura de que fuera él quien me ayudara. Lo siento... (risa nerviosa).
El Dr. Pope realizó un reemplazo total de cadera, sustituyendo el hueso dañado de Teresa por una prótesis de última generación, y dándole la oportunidad de reanudar una vida normal.
Es realmente fantástico cuando tenemos la oportunidad de dar a las personas la posibilidad de volver a disfrutar de la vida tal y como quieren. Es por eso que nosotros como ortopedistas nos involucramos en este trabajo, para ver la luz detrás de la mirada de los pacientes cuando saben que van a recuperar su vida y que podrán hacer las cosas que desean.
Después de la fisioterapia, Teresa se ha recuperado y se siente mejor que nunca. Ha vuelto a bailar, a viajar e incluso ha encontrado una nueva pasión... ¡el boxeo! Pero ninguno de estos hobbies puede compararse con su actividad favorita: pasar tiempo con su nieto Thomas.
Thomas es mi nieto. El único, el rey de la casa. A Thomas le gusta correr, y Thomas me dice: ‘Venga, abuela, vamos a correr’. Y yo le digo: ‘Bueno, la abuela corre un poco más lento que tú’ (risas). Le encanta tirarse al suelo y jugar con todas sus figuras de acción, autos y camiones. Nos divertimos mucho juntos. Es un niño maravilloso y cariñoso. Así que estoy muy feliz de volver a estar activa y hacer cosas con Thomas.
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